Wednesday, May 4
pendientes de nácar
Engalanada llegó a la fiesta con su vestido de silencio, el mismo con el que al final de la velada encontraría la muerte. Los invitados, sosegados, tomaban el aperitivo y se movían al ritmo de la conversación cordial entre los sirvientes con canapés. La moqueta permitía que el arpa al final de la sala hiciera gala de sus mejores palabras. Todas las almas estaban siendo acariciadas sin saberlo, el arpa las mimaba con desvelo. La gente se iba recostando en los sofas y 'chaiselongues', adormilada por el suave acariciar. Unos caían en el sueño profundo, como hipnotizados; otros embelesados, se acomodaban con una sonrisa junto a desconocidos a su lado, compartiendo asiento. La alfombra empezaba a estar poblada de copas de champagne, vino fluyendo en perfecto equilibro horizontal en una fusión con la alfombra, algunas copas mordisqueadas por su propia caída, aún con la esencia del cóctel reposando en su máxima curva. Los invitados no percibían lo que estaba sucediendo, la misma atmósfera abrazaba a cada uno de ellos. Cuando el arpa dejó de sonar, la diosa que lo tocaba se acercó a la señorita y le tomó la mano, era la única invitada que no asomaba una sonrisa en sus labios, sabía que había muerto en el viaje.
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