Tuesday, January 3

Cuando estés perdido o desorientado,mira alrededor, siempre hay un CajaMar

- ¿qué quería?.
- Dinero.
- Pase.

Apareció con su cara de abuelo y sus pantalones roídos, su caminar era lento y pausado, inclinado por sus dolencias de espalda. No usaba bastón aunque le hubiera venido muy bien en estas fechas, el frío acechaba y la bufanda y la tripa no le dejaban verse los pies al caminar. También las gafas resucias ayudaban a esto último. Digamos que casi era un perfecto audífono andante, pues de otro modo se habría ya roto varios huesos.

Salió de la sucursal con un fajo de billetes ordenados en el bolsillo, los de menor valor eran envueltos por los de mayor y los números de serie se enfrentaban unos con otros, de dos en dos. Nada los agrupaba en conjunto salvo su propio abrazarse en orden, que no era poco.

Con los billetes en el bolsillo pensaba en su próximo pago, pues la ilusión por regalarse algo no tenía lugar, era avasallada por mantener sus pagos al corriente. Al día siguiente, martes, haría el ingreso en otra sucursal. Su obsesión por no repetir suscursal al realizar movimientos de dinero era favorecido por una ciudad como Madrid, en la que, a menos que seas de Botín, tienes un respiro entre sucursal y sucursal.

Al llegar a casa y tras la cena, se quitó sus pantalones roídos para ponerse el pijama de tela que guardaba bajo la almohada, como siempre. El fajo de billetes durmió aquella noche en el bolsillo de aquél pantalón.

A la mañana siguiente, aún con su pijama, mientras tomaba desayuno escuchando En Días Como Hoy, vio que la luz que entraba por el ventanal del balcón era distinta, era como si tuviera otro aroma, otro sabor, otro olor. El intercambio había llegado. Había quien lo anunciaba como trueque, había quien lo describía como un banco de tiempo, había quien no lo acababa de comprender. Adentro sentía como si tuviera 15 años y comenzara para él la vida, como si hubiera dado con el enfoque de la vida. Fue al bolsillo del pantalón, sacó el orden de billetes y los metió en la caja de madera que reposaba sobre la cómoda de la entrada. Allí es donde guardaba todo aquello que había cambiado de valor, sus pulseras, sus recuerdos, sus tuercas, las anillas, algunos tornillos.

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