Es una habitación circular, en la que las distintas estancias se conectan a mi paso visual mientras giro. Hay muros y puertas pero nada impide la circulación de mi mirada a su través. Viajo y navego, floto y vuelo. Siento paz.
Mi mano derecha se alza y junta su palma con la suya, siento el calor interior. Es como una llave en su cerradura, como un coito del alma, es una puerta que se abre a otra dimensión, un pasadizo secreto que me alberga como si del útero materno se tratara, una soledad acompañada.
Cercioro que mis ojos están abiertos y que no estoy soñando. La intensidad de cada unidad temporal cobra vida y muere al mismo tiempo, es tan intenso que siento en cada uno de los poros de mi piel.
Mi mano izquierda sigue los pasos y se acopla a su homóloga. La fusión es inmediata.
No sé cuál es nuestro origen evolutivo. Ella tampoco.
Noto que he perdido mi cuerpo físico que experimenta dolor.
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