Algo se removía en mi estómago al levantarme, eran nervios pero, por qué? iba a ser otra de las rutas a disfrutar, sabía que entraría el mal tiempo al medio día, pero el cálculo de ruta me daba el ok. La misma sensación extraña me acompañaba al empezar a caminar, un pequeño rodeo y estaba en track. Ni un alma, es lo bueno de entresemana, estamos Montaña y yo. Bueno, hoy afortunadamente estaba también "la Niña de los Peines", así es como la he bautizado. La abracé al llegar y eso me dio las fuerzas necesarias, pues a mi regreso ese abrazo me atrajo hacia ella como una luz que te saca del túnel.
La primera parte sintiendo los 7 Picos fue espectacular, íntima comunión, crampones y sentimiento. Hacía tiempo que no hablábamos a solas. En un remanso de situación y localización, decidí apostar, yo diría que fue el sentimiento lo que me llevó, pues la mente racional no hacía más que intentar convencerme de variar ruta al ver las nubes a lo lejos. Herreros también puso de su parte. Sería un gran pintor pero lo de marcar rutas no se le daba demasiado bien. Entre marcas muy aisladas de PR, con el absurdo que eso supone seguirlas, y huellas que llegaban a zonas sin nieve y que no continuaban de forma visible, terminé de tomar mi vitamina E. Cansada mentalmente y con reservas físicas, comenzó a nevar y seguían los encuentros esporádicos con huellas, hitos o bandas blancoamarillas. Y llegó ella: Niebla. Nunca habíamos coincidido en una empresa de este tipo: camino desconocido y en mi tú a tú con Montaña. No le dí la bienvenida, quizá eso hizo que se enfureciera. Comenzaron a jugar Ventisca y Niebla, armaron un jaleo de cuidado. Me acordé de Herreros, de los comentarios de Fer hacia el mismo. De repente escuchaba mi propia voz "sigue huella, sigue huella". Mi menta cansada obedecía sin más. Me sorprendía con una rodilla enterrada y la otra a su par, me sorprendía con la mente ofuscada, me sorprendía apresurada. Punto conocido! recuerdo la vuelta. Y en ese mismo instante, Niebla ya no sólo se situaba frente a mí sino también dentro de mí. Pensé en muchas cosas, en muchos protocolos, andé y andé sin dejar de seguir huella, pero había tantas y en tantas direcciones. Estaba perdida. No había modo. Ventisca debía ser gélida, yo ni la sentí. Increible como el estado de alerta te suprime toda sensación de frío. No veía y aunque sabía que no quedaba lejos, no sabía donde estaba la Niña de los Peines, pero la escuchaba. De hecho, me enseñó una gran lección, y es que descubrí que andaba en círculo. Cómo podía ser aquello? Gracias al grito de la Niña de los Peines di un stop a mi cuerpomentealma y me serené. Utilicé las herramientas que tenía, nunca deben faltar la brújula y el mapa, pues por mucho que te hayas ido fijando en el camino, comprobé de nuevo que Niebla también puede actuar en tu interior. Inspiré la esencia de la Niña de los Peines y seguí ciegamente su llamada. Apenas un poco más allá, ahora en la dirección adecuada, la abracé con todo mi corazón. Con el peso aún en el cuerpo, pues era algo distinto al miedo, enfoqué mi mente y mi mirada en la ventisca hacia el gran rotor del T.S., pues en unos segundos dejaría de verse de nuevo. Ventisca y Niebla seguían en sus juegos de invierno.
Aún tengo ese peso en mi cuerpo, cerca de mi corazón y que late hacia mi mente, en la parte inconsciente. La niña de los peines me acaricia.
Un placer conocerte, Niña de los Peines, sé que eres hija de Pachamama.
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